«La guerra: el horror después del horror
La guerra construye carencias con
mundos habitados de fábulas que
dejan constancia del dolor de vivir.
El deseo no se quiere morir ante las
cenizas del amor sublime.
La experiencia de la guerra no tiene
conciencia, muestra su ropaje como
un mendigo rico arrastra sus culpas…
El deseo de vivir es para ser y no ser,
somos lo que no somos en sábanas oscuras,
la llanura de la lengua tiene caballos ciegos
que galopan su dimensión infinita, sin
otra esperanza que la nada, el único
lugar donde el fin del horror es posible…
La cárcel de la guerra no tiene puertas
de diamantes, ni candados de oro.
Las penas, el hambre, la tristeza, la infamia,
hasta la misma muerte se pasea a metros
del ruiseñor que cae malherido.
Las disciplinas de la humillación enfrían
la vida pública, la dignidad canta músicas
desvaídas. La indignación olvida su esplendor
mientras la vida se mece indolente, sin techo,
sin parábolas que ilusionen, antes que la muerte
llegue con la evaporación de los sueños.
¿Quién dijo que el tiempo petrifica las lágrimas?
Se esconderán por ahí, en las moradas del delirio.
Los huesos puros de un niño muerto de hambre
aumentan el lodo lejos del espanto.
El camino de la guerra prohíbe los caminos
de la amargura a la dulzura de la vida,
las desapariciones de la angustia,
los sueños bruscos entre dos lunas…
Los señores de la guerra no creen en el deseo
que ven su imperfección.
Se amparan en la vida ajena y galopan en caballos
alados tras el oro ajeno y eternidades que no existen…»
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ChatGPT dice: ### **»El eco sombrío de la guerra»** **Un poema que desnuda el dolor y la desolación provocados por los conflictos humanos** Ricardo Monetta reflexiona sobre la crudeza de la guerra y su impacto en la dignidad, los sueños y la esencia de la humanidad. — ### **La guerra: el horror después del horror** La guerra construye carencias con mundos habitados de fábulas que dejan constancia del dolor de vivir. El deseo no se quiere morir ante las cenizas del amor sublime. La experiencia de la guerra no tiene conciencia, muestra su ropaje como un mendigo rico arrastra sus culpas… El deseo de vivir es para ser y no ser, somos lo que no somos en sábanas oscuras, la llanura de la lengua tiene caballos ciegos que galopan su dimensión infinita, sin otra esperanza que la nada, el único lugar donde el fin del horror es posible… La cárcel de la guerra no tiene puertas de diamantes, ni candados de oro. Las penas, el hambre, la tristeza, la infamia, hasta la misma muerte se pasea a metros del ruiseñor que cae malherido. Las disciplinas de la humillación enfrían la vida pública, la dignidad canta músicas desvaídas. La indignación olvida su esplendor mientras la vida se mece indolente, sin techo, sin parábolas que ilusionen, antes que la muerte llegue con la evaporación de los sueños. ¿Quién dijo que el tiempo petrifica las lágrimas? Se esconderán por ahí, en las moradas del delirio. Los huesos puros de un niño muerto de hambre aumentan el lodo lejos del espanto. El camino de la guerra prohíbe los caminos de la amargura a la dulzura de la vida, las desapariciones de la angustia, los sueños bruscos entre dos lunas… Los señores de la guerra no creen en el deseo que ven su imperfección. Se amparan en la vida ajena y galopan en caballos alados tras el oro ajeno y eternidades que no existen…