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sábado 7 de diciembre de 2024
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viernes 6 de diciembre de 2024
Nota escrita por: Guillermo Coduri
jueves 13 de junio de 2024
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Sobrevivir en tiempo de crisis: la Feria del Parque Ferré

María del Carmen tiene una pensión y además es trabajadora del arándano. En agosto comienza la temporada que se extiende tres o cuatro meses. El resto del año viene al Parque Ferré a vender ropa y calzado usado. “Yo no vivo de esto; mi marido trabaja también. Esto es un complemento más”. La mujer cobró por la pensión $ 140.000 el mes pasado. “No es nada, no vivís con $ 140.000”, indicó María del Carmen a DIARIOJUNIO. La Feria del Parque Ferré comenzó en 2019 aproximadamente. Se inició como un trueque pero se convirtió en una especie de paseo comercial donde conviven todos. Hay vendedores ocasionales quienes vienen por única vez y ofrecen artículos de su hogar en desuso. También se encuentran los feriantes que subsiste con lo que venden y admiten que les sirve “para tirar uno o dos días” si venden bien. Otros lo toman como un ingreso extra al hogar ya que tienen otra ocupación como cosecheros o trabajadoras domésticas.

Es miércoles al mediodía. Los feriantes recién comienzan a llegar. Algunos están desde temprano. Otros aparecerán después de las 12. Progresivamente, las veredas y los sectores verdes se van cubriendo de mercadería de todo tipo. La ropa es lo que más se exhibe, pero también hay frutas, verduras, muebles de madera, comida, yerba, azúcar, etc.

María del Carmen sostuvo que muchas veces canjea con otras feriantes, ya que todos se conocen. “Busco ropa para mis nietos, ropa de trabajo para mi esposo”, indicó. Pero apunta a vender más que otra cosa. La mujer indicó que cada vez más gente se acerca a vender. “Los sábados prácticamente no se puede caminar”.

La mujer explica que para hacerse de mercadería canjea o compra por cantidad. “Es ropa usada, pero está en buen estado”, indicó. Lo más caro que exhibe en una manta estirada sobre el piso, debajo de la escalinata de acceso al escenario central del parque Ferré, es una parka de mujer que cuesta $ 5.000. “Lo demás, de $ 1.500 para abajo”. La mujer admite que «hay miércoles en que uno se va como vino”. Pero también «hay miércoles que se gana mucho, igual que los sábados”. “Lo mínimo que he sacado es $ 10.000 y lo más es hasta $ 40.000 los sábados”. “Yo no digo que esto sea ‘guau’ pero, al menos, dos días comemos”, remarcó.

María del Carmen ofrece ropa porque la pensión que posee no le alcanza para vivir.

“Es un ingreso más”

Cerca de la calesita del Parque se encuentra Liliana, vecina del barrio Cabildo San Antonio, quien destacó que en la Feria no les cobran nada. “Es todo gratuito”, dijo. Ofrece ropa usada que compra y revende. La mujer explica que no solo vende, también canjea con los otros feriantes. “Pero más nos dedicamos a la venta”, dijo.

“Yo trabajo, pero hay gente que tiene solamente esto. En mi caso, yo trabajo: soy empleada doméstica”, indicó. “Es un ingreso extra y me ayuda bastante”. La mujer sostuvo que la ayuda un nieto que tiene 23 años y no consigue trabajo en ningún lado. “Él me ayuda también. Entre los dos hacemos un peso más”, dijo.

“Hay días que tenes un buen ingreso como hay días que no vendés nada y hay otros en que vendés poco. Es según la fecha. Hay fechas de cobro que viene la gente y compra”, dijo. Liliana sostuvo que hay sábados que viene mucha gente; no así los miércoles aunque ayer, como hacía calor, pensaba que podía llegar más gente que lo habitual. Y añadió que se acercan muchos uruguayos que vienen a comprar. “Hay gente que pone un techito, pone perchas y vende un montón”.

Liliana ofrece ropa junto a su nieto quien «no consigue trabajo en ningún lado».

“Hay días que te vas con $ 1.000”

Cerca de la vereda sobre calle Urdinarrain se encuentra Ayelén, vecina de Estación Yuquerí. “Vengo a vender ropa usada; vengo a rebuscármela”, admite. La ropa que ofrece tiene poco uso aunque admite que algunas prendas se nota que tienen cierto trajín. “Hago ofertitas de $ 1.500, de $ 1.000. Si no les alcanza, pero les gusta, se las vendo igual a lo que pueda”, dijo. “Trato de traer una cierta cantidad para tratar de vender y de comprar para comer”.

Ayelén indicó que no tiene trabajo actualmente. “Trabajo cosechando, podando, pero ahora se quedó quieto: no se poda, no se cosecha más”, dijo. Tiene dos hijos, uno en edad escolar; de 11 años, y otro de cuatro. Vive sola y el padre le pasa dinero “a veces sí y a veces no”. Por ello, comenzó a venir a la Feria miércoles y sábados. Si la venta es buena, le alcanza para tirar dos días. “O sea, dos días sin exagerar mucho”, dijo. “Nos alcanza para hacer un guiso, compramos cebolla, papa”. Pero hay días en que no se vende mucho “y te vas con $ 1.000”.

Cuando puede, ahorra para los elementos que le exigen en la escuela al mayor de sus hijos. “Son muchas cosas y a veces el salario no lo tengo. Te cuesta mucho”. Ayelén admite que cuando sus hijos le piden algo, a veces prefiere privarse de algo para darles el gusto.

El problema es la distancia. La mujer tiene que viajar 40 kilómetros ida y vuelta desde Estancia Grande. “Yo vengo haciendo dedo. Hay gente que me acerca hasta la entrada a Villa Adela. Hoy me acercaron hasta acá. Por ahí siempre encuentro personas buenas que te acercan, pero hay otras que te dicen que un bolso grande no y no te lo dejan traer”. Aunque a veces también le piden dinero para el combustible. La mujer sostuvo que ha ido a la municipalidad de Concordia a pedir ayuda, pero le respondieron que es vecina de otra jurisdicción. “Me cierran un montón de puertas”.

Por la vereda de calle Urdinarrain, ofrece ropa Ayelén, quien viaja a dedo desde Estancia Grande.

“Es una forma de subsistir, de vivir”

Estela hace cuatro años que vende ropa en la Feria. “Soy una de las más viejas, de cuando arrancó”. Ahora es el único ingreso que tiene. Era empleada doméstica. Actualmente no trabaja de ello aunque por ahí sale algo. “De primero era tipo un canje, se canjeaban las cosas. Te servía algo de lo que yo tengo; te servía algo de lo de los demás y nos canjeábamos”. Pero luego fue cambiando la modalidad y ganó terreno el efectivo. “Ahora ya vendemos”, dijo. “Hay gente que sigue cambiando por la necesidad que hay. Vale todo: vendemos, canjeamos. Y así es todo”, indicó.

En su caso, la ropa que ofrece es “impecable”, ya que no tiene más de “dos o tres usos”. “La gente es de comprar» aunque admite que hay quienes son de regatear. Un jean para niños usado cuesta $ 1.500 o $ 2.000. Y nuevo no supera los $ 8.000 o $ 10.000 mientras que en el centro cuesta “$ 20.000”. “Más de eso no podemos porque por algo la gente viene a la Feria”, dijo.

“Es el día a día. Por algo nos recorremos todas las ferias. Los martes y los viernes vamos a la Facultad. Y los miércoles y sábados acá. Es una forma de subsistir, de vivir. Para aquel que no tiene nada…”, reflexionó.

Estela es una de las primeras feriantes del Parque Ferré.

‘Si no me alcanza mi sueldo, salgo a vender’

Antonio es empleado municipal, trabajó en Tránsito muchos años, pero actualmente está de licencia. Provisto de un carrito, una garrafa y un anafe, ofrece agua caliente por $ 200 en el Parque Ferré. También ofrece burrito o cedrón para el mate. “Esto pasó a ser otra clase de negocio. Ya no se cambian cosas por cosas, es plata”, dijo. Aunque también admite que “si traes una prenda que le sirve al otro, se la cambiás. No hay ningún problema. No es todo plata tampoco”. El vendedor indicó que no todos los feriantes son de condición humilde y tampoco están por necesidad. “Ya vas a ver los autos, las camionetas que vienen para vender, capaz, lo que dejaron sus viejos. En vez de regalarlos, lo venden”, dijo.

Antonio también ofrece agua en la Plazoleta Primera Junta, cerca de la Uner (Universidad Nacional de Entre Ríos) donde hay otra feria los martes y viernes. Y sostuvo que le han pedido desde la Plaza Zorraquín que también vaya a vender agua a la feria que comenzó en ese lugar. “Están haciendo los jueves y los domingos”, dijo. Una tarde buena le puede dejar cerca de $ 35.000. “Hay que moverse: no me quedo en mi casa para hablar mal del gobierno. Si no me alcanza mi sueldo, salgo a vender. Tengo 66 años”, dijo.

  • CRISIS HUBO SIEMPRE. ME ACUERDO EN 2012, ANDUVE EN SANTA FÉ CAPITAL, Y HAY UN CAMPO DE 4 MANZANAS ,SALINDO PARA SANTO TOMÉ, LLENO DE GENTE QUE VENDE DE TODO

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