Mientras aumentan las tensiones en el Caribe, Washington vuelve a desplegar su poder militar frente a un escenario regional en reconfiguración. Venezuela consolida alianzas estratégicas con Rusia, China e Irán, en un tablero donde la disputa por los recursos energéticos y la influencia política redefine los equilibrios de poder en América Latina.
La escalada de presión de Estados Unidos sobre Venezuela responde a décadas de intervenciones, sanciones y planes de golpes de Estado, impulsados por la ambición de controlar los recursos naturales y frenar la influencia de gobiernos y bloques latinoamericanos que buscan autonomía frente al poder norteamericano. Desde Hugo Chávez hasta Nicolás Maduro, Caracas se convirtió en un símbolo de resistencia al intento de imponer la hegemonía estadounidense en la región.
En su desesperación por conseguir un logro positivo para su gestión, el mitómano de Donald Trump ha puesto la mira, para sus apetencias imperiales, sobre Venezuela, tildándola de dictadura y a Maduro de narcotraficante y líder del cartel de Los Soles como fundamento para encarar una invasión, una de las tantas que el imperio yanqui ha abusado en la historia americana y del mundo.
Cuando un imperio ve que comienza a disminuir su hegemonía en un mundo que le fue servil durante décadas, es porque su "relato" y los hechos fácticos no se traducen en términos de poder real, y es cuanto más desata un despliegue de políticas agresivas que van desde el "golpe blando" hasta la invasión del objetivo señalado porque está convencido de su impunidad natural que ningún poderoso se había hasta hoy atrevido a desafiarlo. Eso sí, siempre en nombre de la "democracia" y de las libertades.
El presidente de Venezuela, Nicolás Maduro, juró este viernes ante la Constitución en la sede de la Asamblea Nacional, iniciando su tercer mandato consecutivo al frente del Ejecutivo. En su discurso, Maduro afirmó que este nuevo período será de "paz, prosperidad y nueva democracia". Sin embargo, la ceremonia estuvo marcada por la denuncia de la oposición, encabezada por María Corina Machado, quien acusó al gobierno de haber "consumado un golpe de Estado en contra de los derechos del pueblo venezolano".
En el intrincado escenario geopolítico electoral, pocos casos son tan ilustrativos de la dualidad y la hipocresía del sistema occidental como la injerencia de EE. UU. en la República Bolivariana de Venezuela. La narrativa oficial del imperio yanqui proclama una preocupación por la democracia y los derechos humanos. Sin embargo, una observación detallada revela que, detrás de este discurso malintencionado, se esconden grandes intereses geopolíticos y económicos, centrados en los vastos recursos energéticos y minerales que subyacen en el suelo venezolano, donde el petróleo juega un papel determinante en la acción de las políticas exteriores de las grandes potencias. Dicho esto, va de suyo que, en estas circunstancias, se apela a métodos legales e ilegales para alinear la política exterior de esos países con los intereses de las élites dominantes.
Occidente sufre una desinformación en grado sumo cuando se tratan asuntos de importancia geoestratégicos y políticos, en un grado tal que prácticamente el ciudadano común, también medianamente ilustrado, ha quedado atrapado en tanta desvirtuación de la realidad que el fenómeno de la posverdad es el que define la opinión del sujeto. El caso de las elecciones en Venezuela es un claro ejemplo de la manipulación de la verdad oculta, que pone en peligro los objetivos imperiales de países que pretenden quedarse con los ingentes recursos que posee Venezuela.
Prosiguiendo con las elucubraciones de todo tipo que se han hecho sobre las elecciones en Venezuela, se conoció que cuando Hugo Chávez llegó a la presidencia, un informe público de Human Rights Watch, lejos de simpatizar con el chavismo, hablaba de un Poder Judicial "disfuncional y corrupto", e indicaba que la principal Corte Administrativa de Venezuela "había establecido precios para cobrar a los imputados de delitos, para resolver sus casos" (como aquí lo hacía el Fiscal Stornelli).
Venezuela enfrenta este domingo el mayor desafío electoral del último cuarto de siglo. El actual presidente, Nicolás Maduro, busca un tercer mandato tras 11 años en el poder y se enfrenta al exdiplomático, Edmundo González. quien llega a los comicios apoyado por una buena parte de la oposición que logró superar sus diferencias y respaldar la candidatura.
El Gobierno de Nicolás Maduro le pidió este martes al expresidente Alberto Fernández que desista de su participación como veedor en las elecciones que se llevarán a cabo en Venezuela el próximo domingo 28 de julio, debido a que para el Ejecutivo existen "dudas" sobre su imparcialidad. Este miércoles, el exmandatario argentino informó a través de un duro comunicado que acatará el pedido, aunque confesó que "no comprende" las acusaciones en su contra.