Un repaso crudo y sin concesiones sobre las promesas incumplidas del gobierno de Javier Milei, la manipulación financiera preelectoral, la continuidad del endeudamiento como dogma y la réplica local de viejas recetas del poder global. Una mirada que denuncia la estafa política, la entrega de soberanía y el impacto social de un plan económico que, lejos de ser novedoso, revive el mismo credo neoliberal que hundió a la Argentina en décadas anteriores.
Una lectura de la historia federal argentina permite trazar sorprendentes paralelos con la política actual: alianzas que se renegocian, gobernadores que se acercan al poder central y una larga tradición de tensiones entre autonomía provincial y centralismo. Desde Artigas hasta los nuevos “dialoguistas”, las viejas disputas vuelven a asomar como un eco persistente en la vida pública.
El ex diplomático británico Alastair Crooke expone una trama de ciberataques, drones y operaciones encubiertas que habrían precedido al ataque israelí contra Irán durante negociaciones de alto el fuego. Señala la participación de EE.UU., el Mossad y el controvertido rol del argentino Rafael Grossi, mientras denuncia la censura global y el sesgo mediático que, afirma, distorsionan la verdadera magnitud del conflicto.
El actual Presidente de los argentinos se ha ido promocionando a sí mismo como una ruptura radical de todo lo anterior. Iba a acabar con la corrupta “casta” política, abolir su Banco Central y adoptar el dólar y todo tipo de criptomonedas como monedas competitivas de Argentina. Era quizá una apuesta audaz para sustituir un período de fracasos peronistas, radicales y neoliberales por el sueño delirante libertario: un mercado libre, puro y sin adulterar.
En los últimos 10 años han sido fructíferos para la derecha latinoamericana. En octubre de 2018, Jair Bolsonaro ganó la presidencia de Brasil. En junio del año siguiente, Nayib Bukele llegó al poder en El Salvador, y en noviembre la derecha boliviana aprovechó una crisis electoral para derrotar a las huestes de Evo Morales. En Perú, luego de que el izquierdista Pedro Castillo ganara por escaso margen la presidencia en 2021, las fuerzas de derecha en el Congreso, apoyadas por las huestes aristocráticas peruanas, paralizaron su gobierno y, a través del lawfare, lo destituyeron poniendo en su lugar a la inútil de Dilma Boularte (sic). Desde entonces han mantenido un control absoluto del país. En Chile, la extrema derecha obtuvo un buen resultado en 2021 y se movilizó en 2022 para rechazar la nueva Constitución. Hoy, tras las elecciones en el país trasandino, el triunfo por apenas tres puntos de J. Jara del PC les da la posibilidad a la extrema derecha, “proto fascistas” (sic) de sus candidatos, sobre todo J. Katz, de alzarse con la victoria en el ballotage. Y, por último, la victoria inesperada de J. Milei en 2023 en Argentina consolidó el giro de la derecha en la región.
Finalmente, a pesar de lo anunciado, la reunión no se hizo en Gualeguaychú, porque están muy sensibles a la posibilidad de mostrarse en descubierto y que alguien los interpele públicamente por lo que ha ocurrido, entonces se refugiaron en la pequeña Aldea San Antonio, un poblado que le es familiar a Michel, donde siente que tiene las cosas más controladas.
El megaescándalo de corrupción que estalló en Ucrania sacude al presidente Volodímir Zelensky y a su círculo más cercano: fajos de dólares y euros incautados, escuchas telefónicas, un esquema millonario en Energoatom, presiones en Defensa y hasta la filtración de fotos de un baño de lujo con inodoro de oro, símbolo extremo de la decadencia de las élites ucranianas.
¿Casualidad? Usted digame, teóricamente son lugares seguros, habilitados legalmente para que las empresas acumulen información que revelan su verdadera operatoria. Se supone que son completamente seguros y confiables, pero no, ya es el tercero que se incendia en el país y eso les la posibilidad a las empresas que utilizan sus servicios de hacer “desparecer” documentos y pruebas que eventualmente podrían comprometerlos a futuro.
Ayer participé, como lo hago todos los años, de la Marcha del Orgullo. La marcha fue declarada de interés por el Concejo Deliberante, a pesar de los votos negativos de varios ediles oficialistas. El orgullo es el sentimiento de satisfacción por los logros, capacidades o méritos propios, por la identidad o por algo en que una persona se sienta concernida. El orgullo es “una respuesta política a la vergüenza”, es la definición contundente que alguna vez dio Carlos Jáuregui. En una sociedad discriminatoria que quiere imponer vergüenza y odio por ciertas identidades, el orgullo se convierte en un acto político de resistencia, visibilidad y afirmación. Es un llamado a vivir con dignidad y a luchar por la igualdad para contrarrestar las políticas y actitudes que intentan avergonzar a las personas por ser libres, por elegirse.
Esa fue la frase que pronunció Scott Bessent, secretario del Tesoro de EE. UU., en octubre de 2025, cuando el ministro Caputo se pasó 20 días golpeando oficinas en EE. UU. solicitando ayuda para evitar la anunciada caída en las elecciones de medio término. Seguramente, cuando desde el norte se emitieron dos twitters y se firmó un swap, muchos argentinos y argentinas se sintieron aliviados. Porque lo que la oposición y gran parte de los medios que son críticos al gobierno no se percataron es que la hecatombe que pronosticaban no era un tsunami que arrasaba al gobierno: era un tornado que haría volar por los aires la frágil economía de obreros, empleados, profesionales, pequeños empresarios y comerciantes. Dijo algún analista por ahí: entre morir de golpe y morir lento, la gente eligió la agonía de la muerte lenta.